miércoles, 2 de diciembre de 2020

El biohuerto II – Los primeros cultivos y los viajes

 

El biohuerto

II – Los primeros cultivos y los viajes


Víctor D. Corcuera Cueva

La transformación del espacio fue fundamental para tener un mejor panorama del futuro biohuerto. A diferencia de otras experiencias, en esta oportunidad no sabíamos, a precisión, que cultivos desarrollaríamos; sin embargo, la idea general estaba clara: el biohuerto debería ser placentero para los sentidos; y, por supuesto, el de constituirse un acceso directo al sector alto del barrio de Trech.

Esta fase se inició en la segunda semana de mayo del 2019 y continuó de manera ininterrumpida -en realidad el trabajo en el biohuerto nunca se detiene- hasta inicios de la primavera boreal del 2020. Nuestro magro conocimiento de los fenómenos meteorológicos locales, la iluminación y orientación solar, ecología del suelo y de la existencia animales nocivos -como los gatos errantes- convirtieron a esta fase en una intensa temporada de aprendizaje. En realidad, cómo en todo en esta vida, seguimos aprendiendo de nuestros errores.

En Francia para el primero de mayo, a diferencia que en Perú –donde la gente se va a florecer al campo, cerros, etc.-, la gente suele regalarse entre ellos un ramo de “Lirio de los valles” (Convallaria majalis) –en Francia lo llaman muguet-. Creímos conveniente que sería interesante cultivarlos y anualmente poder ofrecer sus flores a nuestras amistades.

El primer cultivo, el muguet (Convallaria majalis).

Al día siguiente de haberlos plantado hallamos más de un caracol terrestre visitando la pasarela. Creímos conveniente dejarlos allí, después de todo eran y son parte del ecosistema del biohuerto. Muy tarde nos dimos cuenta que eran ellos quienes se devoraban los brotes de todo lo que íbamos sembrando, se convertirían  en un dolor de cabeza.

No obstante, para los Curis es siempre un placer encontrarse cara a cara con ellos.



La abuela materna de los Curis nos regaló algunas macetas. ¡Genial!, ya teníamos recipientes para sembrar las flores del huerto. Posterior a la plantación de los muguets nos agenciamos de un compostero, una herramienta vital para el proceso de abono orgánico. En aquel mes, mayo, sembramos algunas semillas de césped. Sembrarlo después de la temporada de lluvias fue un grave error, pero no nos arrepentimos; el resultado fue un tapiz natural agradable a los sentidos.

Los materiales.

El compostero

El riego diario y el sol de la primavera boreal crearon las condiciones para un cambio notorio y alentador. No había marcha atrás, la generosidad de la tierra se manifestaba en cada amanecer.

Inmediatamente después comenzamos a sembrar flores, legumbres y hortalizas. En efecto, el verdor del césped lo tomamos como una señal positiva. Las semillas de tomates y lechugas, por ejemplo, lo adquirimos en el mercado comunal; asimismo, como la tradición e identidad lo amerita, sembraríamos también algunas plantas originarias del Perú.

El legado botánico familiar

Mis abuelos maternos nos legaron, además de valores, un rico patrimonio de conocimiento botánico. Ellos, Celso Cueva y Olinda Bardales, eran originarios de la histórica ciudad de Cajamarca, Perú. Por cuestiones del destino se conocieron en la ciudad de Otuzco, La Libertad; y es en esta ciudad que gestarían un hogar con sus nueve hijos. Las responsabilidades de docente no fueron una limitación para que mi abuelo haya domesticado un área de peña -aparentemente estéril- en un paraíso botánico. Él percibió oportunidades en ese terreno, sabía que con el tiempo los alimentos brotarían en abundancia. Aquel espacio, ubicado en las afueras la ciudad mi abuelo –y toda la familia- le llamaría La Retama.

Con paciencia, trabajo arduo y buen humor, no solamente plantó eucaliptos, pinos, cipreses y árboles frutales; sino también creo las condiciones para la producción de hortalizas, verduras y legumbres. Un variado y rico legado botánico utilizado para alimentar en un primer momento a hijos y, posteriormente, nietos.  

Una de las plantas que crecía de manera silvestre en La Retama era el “tomatito de campo” (Uchuva Physalis peruviana L.), fruto que lo consumíamos directamente o, a veces, en mermelada. Su alto valor nutricional, alto contenido de vitaminas y minerales habrían sido las razones por la cual mi abuelo las conservaba en estado silvestre. Si bien su centro de origen son los Andes Centrales, en la actualidad existen más de 80 ecotipos[1]. En Francia, por ejemplo, se la conoce con el nombre de “Coqueret du Pérou”, las semillas son comercializadas en las tiendas especializadas. El fruto del Aguaymanto macerado en el destilado de uva -el Pisco- hace que este se impregne de su aroma y sabor; un argumento válido para sembrarlo en nuestro biohuerto.

Por otro lado, mi abuela garantizó que, en la Casa grande –ubicada en el centro histórico de Otuzco- siempre hubiera a la mano hierbas aromáticas y que su jardín permanezca colorido. El primer patio de la casa de mis abuelos era visitado diariamente por colibríes, quienes venían a deleitarse del néctar de las fucsias, geranios, camelias, y del Aparacay o Mastuerzo (Tropaeolum majus).

El Aparacay es una planta que se extiende a lo largo de los Andes Centrales, crece espontáneamente hasta los 2600 msnm y, por cierto, es una planta emblemática de las Lomas Costeras. De acuerdo a los investigadores, el Aparacay fue cultivado en la época de los Incas; sus flores con pétalos grandes amarillos, rojos, anaranjados, adornaban los jardines públicos o privados[2].

Al enterarnos que el Aparacay se comercializa en Francia, bajo el nombre de Grand capucine, no dudamos en buscar y adquirir las semillas.  Su cultivo en nuestro biohuerto sería muy simbólico.

Bosque lítico del Cumbemayo, Cajamarca, Perú.


Ingreso a Otuzco, La Libertad, Perú.


 El Aparacay silvestre en la Loma del Cerro Campana, La Libertad, Perú.

El Aparacay tejiendo su camino en la casa de mis abuelos, Otuzco, La Libertad, Perú.

El Aparacay en nuestro biohuerto, Tulle, Francia.


Visita a la región de l’Auvergne

La creación de la región Nueva-Aquitania[3] causó la desaparición administrativa de la región de Lemosín, sin embargo, esto no implicó  el desvanecimiento de sus aspectos históricos y culturales.  Todo lo contrario, sus habitantes continúan llamando Lemosín a su región y se niegan a perder su gentilicio, Lemosín para varones y Lemosina para las féminas. 

El nombre de esta región, Limousin en francés, proviene de los Lémovices (700 – 400 a.C.), una tribu gala que con el tiempo dio origen al nombre de la región y también a la ciudad de Limoges[4].

La antigua región de Lemosín estuvo constituida por tres departamentos: la Corrèze (19), la Haute-Vienne (23) y la Creuse (87) que, como escribimos líneas arriba, tienen vínculos históricos y culturales que datan, al menos, de dos mil años[5]

El manto acuífero de la Nueva Aquitania proviene de los departamentos de La Corrèze y del Puy de Dôme[6] (este último en la región de L’Auvergne). El río la Corrèze se forma en la meseta de Millevaches, mientras que la Dordoña[7] nace a los pies del Puy de Sancy (1886 msnm). Estos ríos tienen una importancia transversal en la vida de los franceses, de allí que el 2012 la Unesco designa al río, y cuenca, de la Dordoña como Reserva de biosfera[8].

Es en ese contexto que la última semana de mayo nos escapamos con los Curis a la región de l’Auvergne. Uno de nuestros objetivos fue de conocer el origen del río la Dordoña, o sea, encumbrar el Puy de Sancy. Aprovechamos el viaje para visitar la ciudad de Aurillac, el Castillo de Val, el sitio de Saint-Nazaire, Puy Mary; y la capilla del Puy-de-Saint Mary. Queríamos que nuestros hijos, a través de los viajes, empiecen amar su nuevo hogar.

1) Cascadas de Salins; 2) Capilla del Puy de Saint-Mary; 3) Aurillac; 4) Sitio de Saint-Nazaire; 5) Vista del lago Bort les Orgues desde el castillo de Val; 6) Cima del Puy de Sancy; 7) Panorámica desde la cima del Puy Mary

 Los otros viajes

Posterior al viaje a l’Auvergne continuamos otros descubrimientos, algunos cercanos a Tulle y otros un poco más lejanos. Este periplo fue realizado antes del re-inicio de clases, o sea, entre los meses de junio y agosto del 2019.  En esa línea de viaje dimos prioridad a los sitios naturales y sobre todo a los lugares intervenidos para el uso social.

Algunos de estos lugares fueron: La vía verde, una ciclovía  que une las ciudades de Sumène y Ganges (Entre los departamentos de Le Gard y l’Hérault); Caminatas en el Plateau plateau du Thaurac,  (Hérault); La Bambouseraie, un parque de excepción que gracias a la pasión Eugène Mazel se ha logrado  instalar -desde 1864- un lunar de plantas exóticas provenientes de diferentes continentes (Gard); Gouffre de padirac, el paraíso para los amantes de la espeleología  (Lot); Los jardines de Colette (Corrèze); El jardín botánico del museo de Bellas Artes en Limoges (Haute-Vienne); el recientemente restaurado museo de historia natural Muséum (Gironde); la ciudad de los insectos Micropolis (Aveyron); Los humedales de Brezou con su camino de interpretación (Corrèze); Argentat (Corrèze).

1) La vía verde (Le Gard - l’Hérault); 2) Plateau du Thaurac (Hérault); 3) Los humedales de Brezou (Corrèze); 4) Los jardines de Colette (Corrèze); 5) Muséum (Gironde); 6) La Bambouseraie (Gard); 7) Gouffre de padirac (Lot); 8) Jardín botánico del museo de Bellas Artes en Limoges (Haute-Vienne);  9) Micropolis (Aveyron); 10) Argentat (Corrèze).

La rentrée 2019, fin de las vacaciones.

Llego el mes de setiembre, “la rentrée”, así le dicen en Francia a este periodo en alusión al reinicio de clases en los establecimientos educativos. Para los Curis, nueva escuela, nuevos compañeros, una nueva tierra. El biohuerto había cambiado significativamente, algunos tomates ya estaban para cosechar.

Tal como lo indicamos, el espacio transformado era también una vía de acceso a la parte alta del barrio de Trech. La institución educativa se ubica, tomando el biohuerto, a menos de 200 m. ¡Más cerca, imposible!

Tomates cereza listos para cosechar

Las calabazas ya estaban casi listas para ser cosechadas.

Maceración en Pisco de la primera cosecha de aguaymantos.

En noviembre, la temperatura bajó drásticamente, negativo por las noches y un promedio de cinco grados durante el día. Los tomates empezaron a marchitarse, mientras que algunas plantas ornamentales nunca germinaron; comprenderíamos después que en realidad si brotaron, pero se convirtieron en el plato preferido de los caracoles de tierra y babosas (Limax maximus Linnaeus).

Ejemplar de Limax maximus Linnaeus.

Navidad 2019 y  luces en Tulle

En diciembre, las luces navideñas fueron la principal atracción para los Curis. Las noches parecían más cálidas con las titilantes luces a lo largo del río de la Corrèze. La navidad del 2019 fue una fiesta con luces, colores y arte en las calles. Este año 2020, a causa de la pandemia, la vamos a extrañar más que nunca.

Fiesta de las luces a lo largo del río Corrèze

Luces en la catedral de Tulle

Desfile y parada alegórica por navidad en la calle Víctor Hugo, Tulle.

Los Curis inmortalizados en el diario regional La Montagne

Los meses de enero y febrero del 2020 fueron de reposo para el biohuerto, el gélido clima y las constantes lluvias impidieron, temporalmente, nuestra intervención.

Desde inicios del primer confinamiento , a causa de la pandemia del Covid-19,  nuestro biohuerto jugaría un rol importante en nuestras vidas, pero eso ya es historia del próximo capítulo.

¡Nos vemos en la ruta!

Víctor D. Corcuera Cueva

Tulle, 02 de diciembre de 2020



[1] Ruiz Gaitan, M., Castellanos González, L., & Jair Villamizar, C. (2018). El cultivo de la uchuva (Physalis peruviana L.). Revista Científica Agroecosistemas, 6(1), 46-53.

[2] VARGAS, Á. (2001).          El mastuerzo: planta ornamental, alimenticia y medicinal. Arnaldoa Vol. 8 (1), 87-92. Fondo editorial de la Universidad Peruana Antenor Orrego, Trujillo.

[7] FLORAT, Pierre (2008). La Dordogne.

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