viernes, 14 de diciembre de 2007

EL PIRRINCHE DE SANTONTE

EL PIRRINCHE DE SANTONTE Y LOS BARQUITOS DE ALGARROBO

Cañoncillo, ¿a que suena este nombre? Nos encontramos en una respuesta común: El bosque de algarrobos ubicados la Provincia de Pacasmayo. Desde mi época de estudiante de Guía de Turismo, he leído constantemente artículos que tratan acerca de la belleza natural de este Bosque Seco, el cual cuenta con dos Lagunas en su corazón, sumándose a estas fuentes vestigios arquitectónicos de sociedades pre Incas y como si fuera poco imponentes e incandescentes medanos de arena que le dan un toque surrealista al paisaje de este centenario bosque, el cual viene siendo tema de proyectos de sensibilización, de puesta en valor y también victima de la depredación por parte del factor humano.
En esta oportunidad no tocare el Cañoncillo, pero si compartiré una experiencia de que casi la mayoría de visitantes podrían tener, pero que por diferentes factores excluyen o pasan de largo sin detenerse en los pueblos aledaños a este relicto bosque de centenarios algarrobos.

Luís Abanto, es un niño de 12 años, de tez trigueña, manos fuertes, tez geométricamente cuadrada, ojos despiertos y habidos de ver mas allá de lo que sus pestañas divisan. El, acompañado de sus camaradas de aventuras se acercan al Restaurante que nos ha acogido en esta oportunidad, donde su propietaria comparte con nosotros sus perspectivas y deseos de sacar adelante este pueblo donde las moto taxis llegan de cuando en cuando.
Nuestra presencia en este pueblo donde del origen de su nombre hasta los mas ancianos lo desconocen, se debió a que un amigo donde Santonte lo vio nacer nos invito a conocer su familia y amistades: El Pirrinche.

- Pirrinche me pusieron de niño, me llamaban así porque nací chiquito y flaquito como el pirrinche y también porque cuando era niño andaba calato pa’ todo lado, no me gustaba pa’ nada la ropa. – Nos confiesa riéndose y con orgullo el origen de su sobrenombre.

Pirrinche quiere sacar adelante el pueblo de Santonte, sus intenciones son que los visitantes al cañoncillo, pasen por su pueblo, degusten de su gastronomía y que el visitante tenga la oportunidad de experimentar la hospitalidad de sus habitantes, quienes han comprendido que el turismo es una vía de desarrollo, que puede ser sostenible si los actores en turismo lo permiten. Pirrinche comparte con nosotros un suculento caldo de cabeza de carnero y cabrito guisado con su respectiva bebida ancestral: La Chicha de Jora. Una sombra en la pared que viene de dirección de la puerta que da a la calle- la cual es de color verde y se mantiene abierta la mayor parte del día. Anuncia la presencia de un niño de tez trigueña con ojos despiertos y alegres.
- Entra Luís- exclama el Pirrinche, invitando a pasar a este niño a quien su timidez equilibra con su curiosidad de conocer a estos visitantes.

Detrás de Luís entran 4 niños mas, quienes al ver que su líder ingresó, ellos ya no necesitan la invitación pues la cabeza del grupo ya gano terreno y lo que hacen es seguir a este líder innato. Mientras el Pirrinche habla, Luís nos observa con curiosidad, sus ojos siguen con minuciosidad cada movimiento que hacemos, los otros niños apoyan sus espaldas sobre la pared pintada con cal. Mientras que el Pirrinche cuenta sus historias de cuando era niño, observo la bolsa transparente llena de agua, una voz tímida y flemática me dice: -
- Es para las moscas
- ¿Así?- exclamo con curiosidad
- Si, así las moscas ya no se acercan y se van- me dice con orgullo
- ¿Cómo así, como es que se van?- le pregunto con curiosidad.
- Ahhh es que los ojos de las moscas cuando miran miran una cosa pero dividida en varias partes, entonces cuando se miran sobre la bolsa con agua ven un montón de moscas y les da miedo, ¡se asustan y se van! Y se corren pues.- me dice pausadamente y con confianza en si mismo de saberlo muy bien.

Interesante y muy efectiva esta técnica de espantar las moscas.

Pirrinche continúa hablando y nos comenta sus deseos de que el pueblo de Santonte sea el anfitrion para las diferentes delegaciones de visitantes a este centenario bosque de algarrobos. De reojo miro a Luís y lo noto impaciente e inquieto. Sus ojos están en otros lados y no para de hacer resonar las articulaciones de sus dedos, hasta que se dirige a nosotros y nos dice:

- ¡Yo hago barcos de algarrobo!- exclamando con orgullo.
- ¿Así?- le pregunto con intensa curiosidad
- Si, los hago de carrizo y algarrobo, yo solito los hago- nos dice emocionado
- ¿Podemos ver los barquitos?- le pregunto.
- Claro, ahorita los traigo- nos dice mientras que sus descalzos pies levantan polvo al ritmo de su acelerada marcha.
-
Barcos de algarrobo, que buena idea, pensaba en alto, mientras que Pirrinche también se sorprendía, no sabia del talento de uno de su correligionario.

- ¡Pucha con lo que me sale este chibolo! - exclama admirado el Pirrinche.

Los niños son una sorpresa constante- le respondo al Pirrinche.

Luís regresa con una caja de cartón, donde en las cuatro lados de esta el logo de una marca de galletas muy popular. Se para frente a nosotros nos comenta la manera como empezó a inclinarse por este arte.

- Me llevaron a Cajamarca y vi allá caballitos de totora en artesanía, y me lo grabe en mi cabeza. Regresando de Cajamarca agarre unos carrizos y algarrobo, con la sierra de mi tío corte las ramas y comencé a hacer estos barquitos. ¿están bonitos no? – me pregunta con brillo de sol en sus ojos.
Si, si, le respondo. En mi interior me pregunto, que hacían los artesanales caballitos de totora por Cajamarca…

Los barquitos confeccionados por Luís denotan un alto grado de técnica de elaboración, creatividad y pasión. Los antiguos peruanos, desarrollaron un alto grado en tecnología y ciencias; estos niños llevan en sus genes esa creatividad, lamentablemente la invasión de productos y juguetes mecanizados amenguan la euforia de creatividad y suprimen talentos, talentos que bailan en los remolinos de los ardientes arenales donde ancestrales algarrobales dan sombra a aquellos eventuales viajeros y visitantes.

Luís, nos enseña uno tras uno sus trabajos, mientras recapacito como es posible que la falta de responsabilidad social, la cual se refleja cuando gran parte de la población peruana opta por comprar un juguete en aquellas mega tiendas mientras que en estos lugares niños, quienes son el presente y futuro de nuestro país también existen, existen creando con ingenio y creatividad, pero la indiferencia esta presente…Si se callara este niño, se callaría la vida, su existencia artística, pero Luís sigue hablando, conversando con pasión en su interior diciéndome: Existo. Le pregunto si es posible tomarle algunas fotografías, a lo cual accede con total alegría, mientras que sus camaradas de aventuras sonríen también, felices por el.

- ¡Vamos a traer tierra! – exclama uno de sus camaradas.
- ¡Vamos!- responde Luís.
¿Tierra, para que? – Pregunto a Luís

- Para hacer huacos- me responde Luís.

¡Vamos también! – le respondo.

La polvareda causada por las corridas de un lugar a otro de todo el pelotón, se levanta como señal de esta efímera expedición.

Caminando sobre los arenales que separan al pueblo de Santonte con el bosque de algarrobos, me doy cuenta que las plantas de pies de estos niños están ya acostumbrados, por lo que caminan saltando, pero soportando el ardiente calor de la superficie, como soportan cada día la ausencia de lo imprescindible.

Con costales y un tamizador rustico, se detienen en medio del arenal, donde tierra, arcilla y piedras se encuentra mezclada. Luís y compañía me muestran la técnica de cernir la arcilla y la tierra.

- Es que se tiene que buscar la mejor tierra pa los huacos – me dice uno de los niños.

Mientras ellos ciernen la tierra, miro alrededor. Casas de quincha, bolsas de plástico dispersadas, retorcidos algarrobos centenarios y la incandescente arena de las catorce horas. A unos metros huellas de evidencia arqueológica, fragmentos de cerámica y muros de adobe que se sumergen en el mar de arena… Evidencias de civilizaciones y sociedades tragadas y olvidadas por la inconciencia e indiferencia.
Luís y compañía están ahora inmersos en su faena de cernir. Pirrinche sentado a unos metros me observa. Me despido de los niños, diciéndoles que voy un rato al bosque a tomar algunas fotografías. Nos veremos al regreso…

- ¡La cagada los chibolos, no paisa! – exclama el Pirrinche
- Si man, buena onda los chibolos, le respondo.
-
Ingresamos al algarrobal, donde torcidos algarrobos son la prueba de lo centenario que son.
- La gente de por aquí corta los algarrobos, porque no tienen combustible paisa, siempre lo han hecho, pero lo malo es que ahora vienen otros de lugares mas lejanos y llevan mas, eso es lo que jode amigo- me comenta el Pirrinche.
A medida que ingresamos al algarrobal, El Pirrinche va contándome leyendas que toman como protagonista a este bosque. Leyendas que formaran parte del cuerpo de la próxima crónica
Continuara.

Cordialmente:
Víctor Corcuera Cueva
Trujillo, 14 de diciembre de 2007

Los Barquitos de Luís Abanto


Materia prima


Ingreso al Cañoncillo

2 comentarios:

pristinocuentosparacolgar dijo...

Que lindo artículo... He pasado por Santonte para ir a Cañoncillo... la próxima vez, buscaré los barquitos y a Pirrinche!

Me gusta mucho lo que compartes en tu blog, es muy inspirador...

Gracias!
Saludos,
Claudia

Víctor Corcuera Cueva dijo...

Hola Claudia.
Muchas gracias por tus palabras. Gracias a ti por leerlo y compartirlo.

Creo que hay varios pirrinches y artistas en varios lugares... a veces no nos damos cuenta, es cuestion solo de reposarse de vez en cuando.

Saludos!
VCC